Esta mañana iba felizmente a
trabajar (¿es eso posible?) cuando he visto algo que me ha hecho pensar (así,
como novedad). Lo que he visto ha sido a dos desconocidos, chico y chica, que han
coincidido dejando su bici en el mismo barrote de la calle (porque aquí todo el
mundo va en bici, hasta los señores trajeados, pero eso lo dejo para otro día),
y se han puesto a hablar amigablemente. Así, sin más, como si se conocieran,
solo que saltaba a la vista que no era así. Eso me ha recordado a las muchas
veces que he entablado conversación con desconocidos en sitios como el metro,
el bus, o la calle. Se dice de los alemanes que son gente fría y cerrada, pero la
realidad (al menos, la mía) es que es más fácil empezar una conversación con
alemanes que con españoles. Asínnn te lo digo.
Así pues, he hecho un repaso mental de las
veces que me he visto en una situación como los desconocidos de la bici, y así
por encima recuerdo las siguientes:
1- En el bus, solamente por mirar
a un chico que hablaba inglés con unas guiris. Me hizo gracia cómo les daba explicaciones
y me reí, y ahí siguió un juego de miradas y risas que culminó en nada, porque
cuando él al fin se levantó para acercarse a hablar llegué a mi parada, y me
bajé. Y lo dejé con la palabra en la boca y volviéndose a sentar. Qué crueldad
la mía.
2- En el metro, cuando el chico que
tenía enfrente (que era todo lo guapo que puede llegar a ser un alemán)
estornudó como si no hubiera mañana, ni pasado, ni al otro, y le dije que salud
(Gesundheit!). Y se me puso a hablar alegremente, aunque yo no entendí ni papa. Él
siguió hablando, yo sonreía y le decía que sí a todo. Una vez más, me bajé en
mi parada sin mirar atrás porque soy así de asocial. Y nunca más se supo.
3- En el metro (es que vivo ahí,
sabeusté). Me levanté un momento del asiento para ir a saludar a alguien y
cuando me quise volver a sentar ya había un mozo ocupando mi lugar. No le dije
nada porque estaba de buen ver, y porque soy mu’ educada yo, pero una vez dentro del vagón me empezó a hablar
y así seguimos todo el camino. Hasta que se quedó dormido. Eran las 5 de la
mañana, eso sí.
4- En el metro (tengo un
problema). Se me rompen las medias. En silencio y esperando que nadie se haya
dado cuenta, pongo cara de circunstancias. El chico de al lado me dice que
están bien así, que no me preocupe. Seguimos hablando todo el trayecto de metro
y el posterior ratito de autobús. Majo como él solo, hoygan. De nuevo, llegó mi
parada y si te he visto no me acuerdo.
5- En el metro (¡sorpresa!). Ni
siquiera sé cómo empezó, solo sé que terminé hablando durante unas cuantas paradas
con un chico impresionado por el hecho de ser española y vivir aquí. Me dijo
que si necesitaba ayuda orientándome en el metro, me echaba una mano. (No,
gracias, creo que ya me lo conozco bien). No especificó dónde me echaba la mano,
pero esta vez se bajó él antes que yo. Una lástima, porque era otro alemán dijno de vé.
Y así día sí día también. No sé
si es casualidad que las únicas personas desconocidas con las que entablo
conversación (y que conste que son ellos los que empiezan) son chicos, o qué pasa
aquí, el caso es que en toda mi vida viviendo en España me ha pasado nada
similar. Sin embargo, esto es el día a día de aquí. Si estornudas en público, se
giran y te dicen todos “salud” (que solo les falta hacerte la ola); si
estornudan ellos, te piden un pañuelo y se suenan ruidosamente sin tapujos; si
te los cruzas por la calle te dan los buenos días; si compras algo en un súper o
una tienda un viernes, te desean un buen fin de semana, y si vas entre semana te
desean un feliz fin de jornada laboral (Feierabend). Y como eso muchas cosas. La
verdad es que sorprende que sean más abiertos en lo que hace a entrarles a
desconocidos. También es verdad que luego se queda en eso; no llegan a
intercambiarse números ni lo hacen por ligar, pero al menos te llevas el haber
socializado y que te alegren el día, aunque solo sea un poquito.
Y esto es lo que me ha dado
tiempo a pensar en el trayecto del metro al trabajo, hasta que me ha
interrumpido un señor para desearme los buenos días y corroborar, qué
oportuno, mi teoría de que los mitos y tópicos no siempre se cumplen. Al menos,
en este caso.